El amor después del amor (Fito Páez, 1992)


Recuerdo la tarde de 2013 en que Fito Páez volvió a casa, es decir, a Cuba. Se vistió de un rojo litúrgico el 4 de diciembre, y como encomendándose a Santa Bárbara, cantó con los Van Van, y presentó un DVD por los 20 años de un disco de culto, El amor después del amor (1992).
Aquella tarde de diciembre, el inolvidable señor Smith le preguntó a Fito qué había después del amor, y el rosarino, que tenía un humor maravilloso, le respondió todo sonrisas: “Amor”.
Fue una conferencia de prensa multitudinaria y a la vez íntima, en la cual Fito charló, fumó, rió y confesó algunos de sus motivos para serle siempre fiel a Cuba: el mar, el ron, los amigos… También nos contó sobre aquel álbum que sus amantes le debemos a la bella actriz Cecilia Roth.
“Fue una experiencia muy inspiradora conocer a una mujer divina en un momento de mi vida en que no la estaba pasando muy bien. No creo en las etapas: los períodos oscuros o claros son tonterías. La vida es un rato, es compleja, y en ella la melancolía es un sentimiento hermoso, pero solo un ratico. No creo que nadie sea melancólico profesional”, filosofó.
Desde luego, hay mucho de nostalgia en Fito, pero la canción que abrió su octavo álbum emana tantas ganas de amar y vivir, que podría excitar al oído más frígido cuando Claudia Puyo rompe con su voz de gospel desatado, a predicarnos que nadie puede, y nadie debe, vivir, vivir sin amor.
Esta producción, que contó además con la colaboración de Charly García y Luis Alberto Spinetta, marcó una nueva etapa en la carrera artística de Fito Páez, quien venía tocando ciertos temas sociales sin ser precisamente canción protesta, sino más bien una dolorosa necesidad de gritar contra ciertas cosas de un mundo cada vez más falto de swing, menos optimista.
Fito tenía razones para estar irritado: todo le decepcionaba, le daba bronca, le faltaba dinero, las cosas iban mal, y de pronto apareció Cecilia para aplacar esa furia que asustaba incluso a sus fieles y lo hundía a él.
Sin dudas, Cecilia fue su rayo de sol. Fito la descubrió en 1983, en “Laberinto de pasiones”, y no sospechó que ella sería la musa del disco más vendido en la historia del rock argentino. Nada de Calamaro, nada de Charly, nada de Gieco, ni Bersuit, ni los Fabulosos: Fito y su amor después del amor.
Fito y Cecilia se conocieron en persona en 1991, en Punta del Este. Ella venía por poco tiempo, a reponerse de una hepatitis, pero coincidieron en una fiesta de disfraces donde Fito la conquistó con una solitaria frase: “Nena ¿me servís vino?”. Ahí comenzó un idilio que duró hasta 2002, cuando nació otro amor después del amor, el amor de amigos. Por cierto, de ese mismo disco, a Cecilia también le debemos Un vestido y un amor, que cantada por Ana Belén es sencillamente mágica.
El arsenal de clásicos de Fito es amplio: Giros, Mariposa Technicolor, Al lado del camino, Yo vengo a ofrecer mi corazón… Ya no es el melenudo y amanerado flaco que hace casi tres décadas se apareció en La Habana, con tenis de diferente color, para atraparnos con sus himnos generacionales. Pero entonces nos enseñó que nadie puede vivir sin amor, y hemos descubierto que tal vez podamos vivir sin sus canciones. Pero no queremos…

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