Light my Fire (The Doors, 1966)


Si algún día la vida me lleva al parisino cementerio Père Lachaise, buscaré en su sexta división una tumba con el epitafio griego “Kata ton daimona eaytoy”, o sea, “fiel a sus demonios”. Ahí, donde supuestamente yacen los restos de Jim Morrison, le rendiré tributo cantando el tema insignia de su banda, el kilométrico “Light my Fire”…
Aunque pensándolo bien, ese acto de guataquería póstuma tal vez sea contraproducente, pues a Morrison no le gustaba demasiado esa canción y era reacio a interpretarla en vivo, quizás porque apenas tuvo que ver con su composición. Aunque el crédito es atribuido generalmente a su banda, The Doors, este clásico fue escrito por el guitarrista Robby Krieger y el solo inicial de órgano es obra de Ray Manzarek. Pero Jim lo cantó como nadie.
Esta canción –producida por Paul Rothchild, grabada en septiembre de 1966 y lanzada como single un mes después- es todo un himno del rock psicodélico, tanto por su letra sobre una pareja queriendo volarse e incendiar el mundo, como por la instrumentación cuyos largos pasajes van del letargo a la euforia, una evidente evocación del llamado “trip”, el viaje para “get higher”, o sea, drogarse.
Por eso la canción no estuvo exenta de polémica, pues si bien en aquellos años contraculturales la experiencia psicodélica intentó ser vista como algo espiritual, liberador e incluso artístico, lo cierto es que incontables almas se desgraciaron en tugurios, “vueles” y sobredosis, como la que aparentemente le costó la vida al propio Morrison, a la maldita edad de 27 años.
De hecho, para actuar en el show televisivo de Ed Sullivan -el mismo que presentó a The Beatles en Estados Unidos- les pidieron que cambiaran las partes más explícitas del tema, pero Morrison lo cantó con sus versos originales. Luego se disculpó y alegó que estaba nervioso, pero el furioso Sullivan jamás los invitó.
“Light my Fire”, o “Enciende mi fuego” alcanzó el número uno en la lista pop Billboard de 1967. Al año siguiente lo lanzaron de nuevo y llegaron al puesto 87. Con un principio de jazz fusión, la canción tuvo que ser editada de siete a tres minutos para su versión radial, pues se corría el riesgo de que a alguien le reventara el cerebro con sus solos de guitarra y órgano largos y aparentemente improvisados. Se dice que hay influencias de John Coltrane y Fats Domino’s en su composición.
Esta fue sin dudas la canción insignia de los Doors: hasta  entonces eran una banda underground de Los Angeles, pero tras ese éxito atrajeron una atención masiva. La temprana muerte de Morrison contribuyó a afianzar la leyenda del también llamado “Lizard King” o Rey de los Lagartos.   
A su vez, una versión latina de “Light my Fire” disparó la carrera del puertorriqueño José Feliciano, quien se llevó incluso el Grammy al mejor cantante de pop en 1968. Su arreglo influenció varias versiones que vinieron después, incluyendo la de Will Young, que llegó a la cima en Reino Unido. La han cantado también Nancy Sinatra, UB40, Massive Attack, Stevie Wonder, Al Green y Train, para el tributo Stoned Inmaculated.
Esta fue la última canción que Morrison cantó en vivo, en el club The Warehouse, en New Orleans. Algunos la reducen a una mera invitación a las drogas, pero otros la vemos como algo mayor, más positivo: un llamado a vivir sin recelos, a vivir aquí, ahora e intensamente, a explotar todas las potencialidades y marcar una diferencia. Y eso no puede ser negativo… ¿o sí?

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