Sympathy for the Devil (Rolling Stones, 1968)


Por favor, permítanme presentarme, soy un hombre de riqueza y gusto. He merodeado por muchos, muchos años, robándole a los hombres su alma y su fe…
Así rompe, entre bongoes selváticos y el ulular de una oscura adoración, la canción “Sympathy for the Devil” o “Compasión por el Diablo”, uno de los muchos clásicos legados por la mítica banda británica The Rolling Stones, aún activa y renovándose tras medio siglo de indiscutible reinando en el rock.
En mi parcializada opinión, el cantante Mick Jagger personifica al Diablo más glamoroso y encantador jamás visto en la cultura popular. Más chic que Peter Stomere en “Constantine”, más insolente que Jack Nicholson en “Las Brujas de Eastwick”, más sórdido que el ronco Tom Waits en “El Imaginario del Doctor Parnasus”… Jagger es, simplemente, Su Satánica Majestad…
Gusto en conocerle, espero que adivine mi nombre”, desafía Jagger entre pistas y pistas de una identidad que solo revela casi al final de la canción, mostrándose como el mismísimo Lucifer, y pidiendo cierta comprensión y cortesía para quien ha protagonizado todos los hitos de la historia humana.
Escrito por Jagger y el estrafalario guitarrista Keith Richards, esta canción abre el álbum “Beggars Banquet” (1968). Su grabación fue filmada por el cineasta francés Jean-Luc Goddard para su documental One plus One, sobre la contracultura americana de finales de los sesenta. Entre las inspiraciones del tema destacan las novelas El Maestro y la Margarita (Mikhail Bulgakov) y El Diablo y Daniel Webster (Stephen Vincent Benét), aunque Jagger no está muy seguro si algo de Baudelaire había por ahí.
Si bien los Rolling se vendían a sí mismos como la contraparte oscura de los purísimos Beatles, el anatema de “satánicos” no les hacía justicia, pues como decía el propio Mick, “no se trataba de un disco lleno de signos oscuros al dorso”. Por Dios, que fue solo una canción. Pero que canción…
A su mala fama también contribuyó el asesinato de Meredith Hunter durante un concierto en Altamont, California, en diciembre de 1969. El grupo tuvo la ocurrencia de encargarle su seguridad a la pandilla de motoristas “Ángeles del Infierno”, los mismos que golpearon hasta dejar por muerto a Hunter S. Thompson, el padre del llamado periodismo gonzo. Si bien la banda interpretaba “Under my thumb” cuando ocurrió el apuñalamiento, pasaron los siete años siguientes sin tocar “Sympathy for the Devil”, porque tocándolo fue que se desató el caos en esta malograda versión de Woodstock.
Este tema, cuyo título original iba a ser "The Devil Is My Name", fue grabado del 5 al 10 de junio de 1968. Durante el proceso se incendió el estudio y las cintas se salvaron, pero casi todo el equipamiento de los Stones quedó destruido. El "Whoo-Whoo" de fondo fue obra de Anita Pallenberg, quien hizo los coros junto a Richards, su novio por entonces, el difunto Brian Jones, el retirado Bill Wyman, Jimmy Millar y Marianne Faithfull, la amante de Jagger y quien se dice le prestó el libro de Bulgakov.  
Aunque le han hecho múltiples covers decorosos, incluso uno en tiempo de bossa, quizás el más fiel sea el que cierra la película “Entrevista con el Vampiro”, interpretado por Guns ‘N’ Roses, con las convulsiones vocales de Axl Rose cuando todavía era Axl Rose. También la interpretaron la Orquesta Sinfónica de Londres, las bandas U2 y Jane’s Adiction, y muchas más.
En honor a la verdad, Jagger es más Fausto que Lucifer, porque a sus recién cumplidos 70 años de edad parece que hizo con el Maligno un pacto de eterna juventud. Ya quisiera muchos jóvenes su vitalidad y movimiento escénico. Respecto a Sympathy for the Devil, el cantante la definió como una de esas canciones que comienzan como una cosa y terminan en otra. De entrada iba a ser algo folk, al estilo Bob Dylan, y acabó siendo una samba frenética, hipnótica, con múltiples citas históricas y una invitación a mirar lo Diabólico sin temor, a dejar de negarlo para así impedirle que nos anule con su arma preferida: el miedo.

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